lunes, 15 de septiembre de 2014

Educar o reprimir

Texto por Piedad Bonnett
http://www.elespectador.com/opinion/educar-o-reprimir-columna-516499
Mientras leía sobre el hostigamiento al que las directivas del colegio Gimnasio Castillo Campestre parecen haber sometido a Sergio Urrego por ser gay, me remonté a los años de mi propia vida colegial y sus horrores. 

En los tres colegios de religiosas por los que pasé, colegios femeninos privados de clase media, la represión era lo corriente. Se nos transmitía que los hombres eran un peligro en potencia, pero de sexo no se hablaba, y cierta vez que alguna alumna preguntó si un tampón podía quitar la virginidad, la monja, escandalizada, la mandó callar. Poner en duda las verdades reveladas o no querer asistir a los ritos religiosos eran faltas graves que volvían a la persona “una manzana podrida”. Pero cuando, a mis 12 años, me armé de valor para informar que el capellán nos estaba manoseando, las monjas me acusaron de calumniadora. Tapen, tapen, fue siempre la consigna, porque ante todo estaba “la imagen del colegio”. Todo era pecado: el suicidio, la homosexualidad, la masturbación. Y lo que se nos enseñaba era un amasijo de materias donde prevalecían la información y la memoria, y nada se ponía en cuestión. Casi nada era divertido, no se estimulaban las habilidades individuales, las bibliotecas eran pobres y los maestros ponían “puestos” y estigmatizaban así a “los peores” del curso. Si sobreviví a tal mediocridad creo que fue gracias a mi rebeldía.

Las cosas han cambiado, y mucho. Ya en mis épocas de estudiante —que no fueron en el Paleolítico, como podría pensarse— había unos pocos colegios seglares, mixtos y que intentaban educar con métodos nuevos. Y hoy encontramos colegios liberales, con pedagogías interesantes, enfocados en las vocaciones de los alumnos y en fomentar el arte y la ciencia. Pero me temo que esos colegios son minoría en el territorio nacional y que se sigue educando desde el autoritarismo para el amansamiento y el control del individuo. “Los niños van a estudiar y no a tener relaciones de pareja”, fue una de las respuestas de la directora de Sergio, como si la afectividad de los adolescentes hubiera que dejarla en la casa.

Ahora que parece que el Gobierno se acordó de la educación, yo, que no soy ninguna experta pero sí una apasionada del tema, quisiera soñar con que todos los colegios colombianos sean laicos y mixtos, incluyentes y respetuosos de la diferencia, preocupados por la creatividad, el pensamiento crítico y el libre desarrollo de la personalidad. Con colegios que más allá de información, “esa tienda de chucherías, llena de monstruosidades y polvo y con los precios de todo muy por encima de su verdadero valor”, como dijo Oscar Wilde, enseñen a los alumnos nuestra historia, con todos sus horrores, para que nos comprendamos mejor, los familiaricen con la complejidad del cuerpo, para crear en ellos buenos hábitos, los adiestren en tareas manuales, para que valoren los oficios, los hagan frecuentar e investigar la naturaleza con curiosidad científica, y los pongan a discutir problemas éticos. En fin, que los eduquen, no sólo para pasar las pruebas de Estado sino para tratar de cambiar este mundo, a veces tan cruel como lo fue para Sergio Urrego.


0 comentarios:

Publicar un comentario

¡Gracias por escribir tus aportes! Es importante para mejorar.

Síguenos en Facebook