Nací en 1980,
se puede decir que soy efímero en el paso de la historia. En una familia compuesta por Papá, mamá y mi
hermana. Vivíamos en una pequeña habitación
en la que cómodamente teníamos apenas lo necesario. Eran épocas donde no se escuchaba el termino
fast food y era muy habitual entre los niños de mi casa comer huevos, lentejas
y también llevar al descanso el delicioso jugo de guayaba. La adrenalina llegaba a su máximo nivel
cuando se estaba jugando el picado en plena calle y se escuchaba el carro de
los helados con la marcha turca o como quiera usted decirlo la canción de
chavo. El premio era un helado.
En este día de los alimentos recuerdo mucho a
mi mamá y como su labor esmerada me permitió crecer sano y en armonía con los
demás. Mi rutina comenzaba cerca de las
4:30 am cuando me llamaba y me ordenaba
dulcemente que rociara las plantas de su jardín. Eso me ayudaría a “desacalorarme” me
expresaba con orgullo.
Luego de bañarme y vestirme, llegaba a la mesa y encontraba un almuerzo
total. Pues según mi madre, tomar un
buen desayuno era muy importante para rendir más. La mazamorra, los huevos, la carne, la
changua, el sabor del cilantro, el caldito de papa, el chocolate, la arepa
preparada molida grano a grano en la propia casa, el café, el jugo de
guayaba. Todo bajo en sal y en azúcar pues
mi madre es hipertensa y en casa se come todo regulado. No me daba dinero para el descanso pues en
el colegio solo vendían berlinas, empanadas, pasteles, perros calientes y
gaseosas de las que vienen en envase de vidrio.
Yo era experto para recoger botellas y llevarlas a la cafetería, pues
por cada una me daban 100 pesos. Ahí tenía
mis ahorros para el día de la madre o para hacer algo especial.
No sentía deseos de comer, comprendía que estos productos podían hacer
daño a mi organismo. Y tenía la certeza
de llegar a casa y esperar un contundente ataque alimenticio de mi mamá. Y como yo era deportista (entrenaba natación
y jugaba mucho fútbol), ella me ayudaba
con vitaminas que preparaba con productos naturales (frutas, verduras y con
algo de proteína).
Ya después en la universidad, alcanzando una
edad donde se cree uno más independiente.
Se juega con la salud, se excede en la mala comida, se malogra el sueño
y se disfruta de la bebida. Es más
apetecible la hamburguesa doble carne que la albóndiga casera. La coca cola bien helada, el pincho y el combo de 4 empanadas. Se le baja al ejercicio y se anda a un ritmo
agitado, estresado dicen algunos. Y es así como aparecen la diabetes, la
hipertensión, el colesterol y los triglicéridos elevados.
Niños, niñas y jóvenes de mi Institución, la
invitación es para que en la medida de las posibilidades procure alimentarse de
la mejor manera, hagan deporte, duerman bien y alejen de sus vidas lo que les
haga daño.
Esta historia de vida, de cada docente, contada a los niños, era uno de los productos esperados... Cuánto tenemos para enseñarles en este tema, cuanto trabajo para que las generaciones que vienen logren otros añitos de existencia...
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