Como un gigante orgulloso y feliz.
Tomé mi bebé en mis brazos.
Frágil, inocente y vivo,
Y al igual que un pajarito que empuja contra mi pecho
Abandonado, tranquilo y seguro.
Por un instante casi dulcemente,
mi destino aparece como un sueño,
Y me veo, viejo y rendido,
sentado allí cerca del carbón,
Esperando la noche con la ansiedad de un niño.
Solo para verlo regresar a casa,
con el don de su sonrisa, un abrazo, una palabra, una gentileza.
Es como una promesa que puede resolver la enorme alegría de una de sus caricias.
Entonces me despierto y ya olvidado,
pero dentro de mí el alma de niño me asesora,
Que este niño recien nacido, ya es más importante para mí
Más importante que mi propia vida.